Antes de proceder a ver diversas recomendaciones prácticas para desarrollar una gran personalidad, vale la pena detenernos un breve momento y reflexionar sobre las diferencias entre personalidades maduras e inmaduras.
Personalidad Madura
Thomas Härry describe a personas con una gran personalidad como "individuos maduros, que se han consolidado internamente y desarrollado de manera sana." Asumen responsabilidad por su vida y las obligaciones que esta emana. Son capaces de relacionarse de manera favorable con Dios, el mundo, otras personas y consigo mismas. Hacen una contribución en su familia, profesión, sociedad y en el reino de Dios.
En otras palabras, en primer lugar son personas capaces de fomentar relaciones sanas - de conectar con otras personas, relacionarse con ellas, escuchar y compartir. Encuentran un buen balance entre cercanía y distancia. En segundo lugar son personas independientes - capaces de formular sus propias convicciones y valores, y defenderlas ante otras personas. Toman responsabilidad por sí mismas y dominan su vida cotidiana.
Personalidad Inmadura
En realidad nadie es perfecto - nadie ha alcanzado una absoluta madurez. Tarde o temprano todos pensamos o actuamos de manera inmadura. Aquí algunos ejemplos:
Caemos en desconfianza y pensamos que todos tienen malas intenciones.
Vivimos en temor y nos distanciamos de cualquier riesgo.
Nos creemos dueños de otras personas, demandamos que nos demuestren su lealtad y buscamos manipularlas con el fin de conseguir nuestros propios deseos.
Nos cuesta recibir crítica o ser corregidos. Al encontrarnos con resistencia, reaccionamos con violencia (verbal, emocional o física), lastimando a otros.
Nunca tenemos suficiente: reconocimiento, bienes materiales, éxito, etc.
Rechazamos / evitamos a personas con una opinión, origen o cosmovisión diferentes a la nuestra.
Cambiamos nuestra manera de pensar y actuar según las personas que nos rodean, para ser aceptados y sentirnos amados.
Actuamos sin piedad, criticando a las personas y buscando venganza.
Jugamos el papel de la víctima, siempre culpando a otras personas y circunstancias.
Damos riendas sueltas a nuestras emociones, reaccionando de manera exagerada.
Descuidamos nuestras responsabilidades, esperando que otros tomen iniciativa.
Nos enfocamos más en nuestras diferencias con otros y ponemos al problema en el centro.
Dependemos de otras personas, actividades u organizaciones para estar contentos.
En conclusión, vale la pena reflexionar y preguntarnos:
¿En qué aspectos cuento con una personalidad madura?
¿En qué áreas sigo pensando o actuando de una forma inmadura?
Estos comentarios son un resumen de la primera parte del libro de "Die Kunst des reifen Handelns" escrito por Thomas Härry. Foto: Ann H.
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