Los factores más importantes en sistemas y organizaciones sanas no son sus estructuras o estrategias, sino las personas que las conforman. La mejor contribución - la más importante - que podemos dar para hacer funcionar y prosperar a un grupo, es comportarnos como personas independientes, capaces de relacionarnos con los demás. Nuestra propia madurez, es lo más importante y valioso que podemos ofrecer a nuestra familia, a nuestro equipo de trabajo y a nuestra organización. Lo que hacemos no es tan importante como lo que somos - quienes somos, como somos y cómo nos comportamos con los demás.
Cuando una organización pasa por algún cambio o se enfrenta a una situación imprevista que afecta lo rutinario, una reacción muy natural son la tensión y el miedo. Este sentimiento de inseguridad se puede propagar entre las personas como un virus. Muchas veces los que sienten miedo, buscan acercarse a otras personas que comparten la misma inseguridad. Lamentablemente en estas situaciones el miedo no se calma, sino que se multiplica. Las personas inmaduras batallan para controlar su propio miedo, especialmente cuando están bajo presión.
En cambio, las personas maduras no se dejan contagiar por dicho virus. Esto se debe a su independencia, la cual tiene su fundamento en convicciones y valores, cimentados en el interior de la persona. Esta independencia le permite a la persona tener sus propias opiniones, articularlas y defenderlas.
El comportamiento de las personas maduras está basado en una postura, que ha sido escogida de manera cuidadosa. Su actitud y determinación resulta al haber buscado y obtenido información sólida, considerado de manera cautelosa y balanceada las diferentes perspectivas y reflexionado al respecto.
Las personas maduras no solo son independientes, sino también capaces de relacionarse con otros. Esto les permite también escuchar las opiniones de los demás y tomar en consideración a sus consejos. Aún así, nunca permiten que esto sustituya su propia responsabilidad de tomar decisiones e ir hacía adelante.
De esta manera, el comportamiento de las personas maduras tranquiliza a los demás y resulta en una estabilidad. No solo el miedo y la inseguridad son contagiosos, sino también la claridad, la calma, la confianza y la firmeza. Cuando una persona se mantiene calmada y muestra que se puede estar tranquilo y animado - aún en medio de amenazas reales - esto ayuda a otras personas a cambiar su perspectiva y encontrar paz para sí mismas.
La mejor contribución que podemos dar a nuestra familia, organización o comunidad, consiste en comportarnos de manera madura. Sobre todo cuando nos encontramos en situaciones turbulentas y la gente tiende a reaccionar con miedo.
Estos comentarios son un resumen del capítulo 5 del libro de "Die Kunst des reifen Handelns" escrito por Thomas Härry. Foto: Eberhard Grossgasteiger.
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