¿Alguna vez te has puesto la meta de mejorar tu condición física y ejercitar más tu cuerpo? Cada año nuevo hay miles de personas que empiezan a ir al gimnasio con el propósito de mejorar su salud y aspecto físico. Sin embargo, a los pocos días o en algunas semanas la gran mayoría se da por vencido. ¿Por qué? Porque no logran ver o sentir resultados inmediatos. Porque no entienden la importancia de la consistencia. Una persona que ejercita regularmente a lo largo de un año, si podrá ver resultados, aún cuando en el transcurso haya omitido uno que otro día. La condición física no se consigue al entrenar en un gimnasio durante 9 horas por un solo día – se consigue al entrenar 30 minutos algunos días a la semana, a lo largo de un año.
Otro ejemplo sería nuestra salud bucal. Simplemente ir con el dentista dos veces al año, no nos servirá si es lo único que hacemos. Una buena salud bucal depende de un cepillado diario y consistente de nuestros dientes.
Lo mismo aplica para el liderazgo. Muchas veces tratamos el tema de liderazgo como un evento. Organizamos un fin de semana de conferencias y talleres para los empleados, entregamos certificados y regresamos a nuestra rutina diaria esperando que ahora todos sean líderes. No es que estos eventos sean malos o que no sirvan. Pero se podrían comparar más con la visita al dentista. Son buenos recordatorios, incluyen enseñanzas valiosas y sirven para mantenernos enfocados. Sin embargo, son los pequeños detalles cotidianos – aquellos que parecen ser insignificantes – que terminan haciendo una gran diferencia.
El liderazgo no es un evento. No hay una cosa en particular que podamos hacer, para que la gente nos otorgue su confianza. Esta la ganamos a través de la acumulación de numerosos detalles sencillos que por sí solos no parecen tener relevancia. Cosas como un saludo alegre al llegar al trabajo, ver a los ojos de las personas cuando hablamos con ellas, preguntando cómo les va y escuchar con sinceridad su respuesta.
Hay personas que dirían que les gusta su trabajo. Para muchos esto significa que este les ofrece un buen reto, que cuentan con buenos compañeros de trabajo y que les pagan bien. Pero hay otras personas que dirían que aman a su trabajo. Esto significa que no quisieran trabajar en ningún otro lugar, aún cuando pudieran ganar más ahí. Para ellos no existen los compañeros de trabajo, porque los ven como su familia.
Esto nos lleva a preguntar, ¿cómo podemos llegar a tener ese tipo de personas en nuestra empresa u organización? Bueno, esto empieza con líderes que buscan fomentar una cultura con valores compartidos, líderes que realmente se preocupan por el éxito de las personas, que les enseñan habilidades, que los confrontan cuando es necesario, y que edifican su autoestima para que estos puedan superarse y alcanzar grandes logros en sus propias vidas.
Estas ideas fueron tomadas del autor y conferencista Simon Sinek. Foto: Kampus Production.
Me quedare con la frase: “Sin embargo, son los pequeños detalles cotidianos –aquellos que parecen ser insignificantes – que terminan haciendo una gran diferencia.“