La semana pasada vimos que el liderazgo implica el sacrificio de nuestras fuerzas, tiempo y habilidades al servicio de los demás. Mientras uno tome espacios regulares para la renovación, esto puede ser sustentable a largo plazo. Ahí se convierte en un ciclo sano de sacrificio y renovación.
Creo que todos hemos pasado por temporadas, en las que hemos perdido tal balance o salido de dicho ciclo. Empezamos a dar de nuestro tiempo y energía, pero luego viene cierta crisis, alguna amenaza u otro reto, y caemos en el síndrome del sacrificio. Cada día y cada semana trabajamos más duro, con tal de superar dicho problema y de repente dejamos de cuidar de nosotros mismos. Los autores Boyatzis y McKee mencionan que podemos caer en una especie de visión de túnel - en otras palabras, llegar a un punto en donde dicho problema o reto se vuelve en una obsesión, y perdemos de vista a las demás áreas de nuestra vida.
Cuando esto sucede nos empezamos a sentir agotados, desconectados, incluso irritados y frustrados. Terminamos perdiendo la esperanza. A veces incluso nos perdemos a nosotros mismos, actuando en contra de nuestros propios valores y principios. Como resultado, nuestro liderazgo pierde su eficiencia y nuestra vida su rumbo. En el peor de los casos, terminamos quemados y amargados, entregando nuestra renuncia o siendo despedidos.
Sin embargo, sí podemos retirarnos y tomar tiempo para la renovación, podemos romper este síndrome del sacrificio. Cuando hablamos de renovación, ésta se debería entender como un proceso holístico que incluye la mente, el cuerpo, corazón y espíritu. Veamos este proceso por partes:
La mente: necesitamos tiempos para relajar y meditar, espacios para leer y aprender y así descubrir nuevas ideas e inspiraciones. Requerimos de tiempos para divertirnos con la familia y los amigos fuera del trabajo.
El cuerpo: necesitamos el ejercicio físico para alternar el ritmo, llenarnos de oxígeno y relajarnos de los efectos físicos del estrés. Esto puede incluir algún programa de ejercicio, algún deporte en equipo o incluso caminatas por la naturaleza. Una nutrición y un descanso adecuado también hacen una enorme diferencia.
El corazón: necesitamos momentos para reflexionar, soñar e imaginar.
El espíritu: también requerimos de espacios para conectar con Dios y con su palabra, así como con amigos y mentores que nos edifican.
Todo esto nos ayuda a ser autoconscientes, nos llena de nuevas esperanzas y nos conmueve a ser compasivos con las otras personas. Nos permite volver a sacrificarnos a nosotros mismos. El resultado final es un liderazgo eficiente y sustentable.
Esta serie se basa en el libro de "Resonant Leadership" por los autores Richard Boyatzis & Annie Mckee. Foto: Andy Vu.
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