Hace poco más de un siglo, diversas personas estaban determinadas en descubrir los conceptos de la aviación y poder diseñar máquinas para volar.
Por un lado, estaba el gobierno estadounidense. Con recursos prácticamente ilimitados, contrataron a Samuel Pierpont Langley para dirigir a dicho proyecto. Este se apoyó en diversas instituciones y universidades, reuniendo a las mentes más brillantes de la época. Por si fuera poco, el noticiero de New York Times tenía reporteros asignados al proyecto, quienes seguían cada uno de sus pasos y reportaban todos los avances.
Por otro lado, estaban los hermanos Wright. Ellos contaban con pocos recursos y financiaban sus experimentos con las utilidades de su tienda de bicicletas. No contaban con un grupo de expertos, sino con algunos conocidos que compartían la visión. Lo increíble es que el día 17 de diciembre de 1903, y en la ausencia de cualquier reportero, lograron volar por primera vez, ganando así a Samuel Pierpont Langley y todo su equipo. ¿Cómo fue posible?
El autor y conferencista Simon Sinek piensa que tiene que ver con el "por qué" de cada uno. Samuel aceptó la oferta del gobierno porque esta le daba la oportunidad de alcanzar una gran riqueza y fama. De hecho, el día que escuchó que los hermanos Wright habían logrado volar, presentó su renuncia. No fue a buscarlos para ver que habían hecho. Tampoco buscó la manera de colaborar y mejorar el prototipo que habían desarrollado. Simplemente se dio por vencido. En cambio, los hermanos Wright tenían una profunda convicción de que la aviación podría cambiar y mejorar radicalmente al mundo, representando un gran avance en el tema de transporte. Esta visión los mantenía animados, aun cuando implicaba grandes sacrificios de su parte.
Sinek argumenta que, aunque muchas personas saben que es lo que hacen, o incluso como lo hacen, son contadas las personas y organizaciones que tienen claro el "por qué". El "qué" se puede identificar con relativa facilidad al observar nuestro giro o nuestras actividades. El "cómo" quizás sea algo más complejo de encontrar, pero al analizar los valores, los procesos y las políticas también lo podremos definir. Sin embargo, muy pocas personas tienen una claridad en cuanto al "por qué" de sus actividades. Este no se trata meramente de las utilidades y ganancias - estas son resultados, pero no son el "por qué". El "por qué" se encuentra en la causa, en el propósito y en las convicciones por las que hacemos lo que hacemos. Se trata de nuestros sentimientos más profundos, y no de simples hechos o mera información.
Muchas veces empezamos con el "qué", procedemos a explicar el "cómo" y nos brincamos el "por qué". Piensen en la mayoría de los políticos. La mayor parte de sus propuestas son planes. Explican lo que harán y si tenemos suerte, incluso explicarán como han pensado llevarlo a cabo. Sin embargo, son pocos los que hablan de sus profundas convicciones que los han llevado a desarrollar dichos planes.
En cambio, los líderes que realmente inspiran tienden a hacer lo opuesto. Empiezan por explicar el "por qué", la profunda razón y convicción que les ha impulsado a tomar acción. Luego proceden en explicar cómo piensan hacerlo y al final comparten que es lo que se va a hacer en el sentido práctico. Piensen en el activista por los derechos civiles, Martin Luther King. Al estar parado en Washington y dando un discurso que tendría un enorme impacto en la historia de su país, no empezó diciendo "tengo un plan"; empezó diciendo "tengo un sueño". Empezó por sus más profundas convicciones, con el "por qué" de su determinación, y fue precisamente eso, lo que motivó a las personas a tomar acción, a seguirlo y a dar sus vidas por ese sueño.
Estas ideas se basan en el libro de Simon Sinek, titulado "Start with Why". Foto: NASA.
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