Lo más probable es que haya días o incluso temporadas en las que dudes tu habilidad para liderar. Quizás te preguntas, ¿Quién soy yo para tener esta responsabilidad o para dirigir a estas personas? Hay tantas cosas que constantemente cambian en este mundo. Tantas personas con más formación académica y experiencia que yo. ¿Realmente tengo lo que se requiere para dirigir?
Pensando en mi vida personal, no ha sido diferente. Cuando entré a trabajar en la pastoral juvenil, sentí esa inseguridad, esa incertidumbre. Siete años después cuando asumí más responsabilidades y liderazgo en la iglesia, me encontré con esos mismos sentimientos. Recientemente cuando también empecé a integrarme en el mundo de la consultoría y el coaching, volvieron esas mismas inquietudes. ¿Quién soy yo para hacer esto? ¿Realmente tengo lo que se necesita? Al hablar más sobre mis sentimientos, no tardé en darme cuenta de que no estoy solo. Me llamó la atención cuando un amigo y mentor que ha trabajado con diversos líderes mencionó que incluso gerentes o propietarios de compañías multimillonarias, así como pastores con décadas de experiencia y resultados para demostrarlo, le expresaban esa misma inseguridad, esas mismas dudas y reservaciones. En otras palabras, incluso esas personas que uno asume que ya tienen todo bajo control y saben lo que hacen, están luchando internamente con esas mismas preguntas.
Recientemente escuché una entrevista de Christine Caine, una gran líder al frente de la organización A21 que busca erradicar el esclavismo y la trata de personas en el mundo actual. La primera impresión que uno recibe de ella es la de una líder fuerte, segura de sí misma y al frente de una organización internacional con oficinas y operaciones en 16 países. Sin embargo, al escuchar más de su historia, de cómo fue abandonada como recién nacida en un hospital australiano, de como ella misma fue víctima del abuso sexual por más de una década, de los diversos retos que ha enfrentado en su vida, nos damos cuenta que día con día tiene que lidiar con su propia inseguridad.
Según ella, aún ahora con todo el éxito que ha logrado, sigue esa inseguridad en el fondo de su ser - esos pensamientos destructivos. Sin embargo, dice que ha aprendido a vivir con ellos, a prestarles menos atención y a conquistarlos. Al reflexionar sobre su propia experiencia, ofrece las siguientes observaciones.
Vivimos en una época muy particular e interesante. Por un lado, queremos ver resultados instantáneos. Queremos la capacidad y el éxito de líderes reconocidos, pero lo queremos desde luego. Muchos de nosotros no estamos dispuestos a invertir el trabajo, el tiempo y los sacrificios que invirtió otra persona para llegar a ese lugar. En veces nuestro deseo es alcanzar la cima de la montaña más alta, pero queremos lograrlo de un día para otro. Por otro lado, sentimos una enorme presión - sobre todo ahora con los medios sociales - de ser un experto en todo. Ella ve como cada vez más líderes se encuentran en situaciones donde su influencia y plataforma han crecido mucho más de lo que ha crecido su propio carácter, su propio fundamento. Gracias al internet han obtenido inmensos resultados, pero de pronto colapsan como líderes y no se vuelve a escuchar de ellos.
Christine nos recuerda que el liderazgo no es una carrera de 400 metros, sino un maratón. Antes de enfocarnos tanto en los resultados externos y medibles, nos anima a tomar el tiempo para formar nuestro carácter y crecer como personas. Eso implica aprender a ser más autoconscientes, a trabajar con el dolor y los traumas que llevamos en nuestra propia vida. A aceptar el hecho que alcanzar la madurez y estabilidad en nuestra vida requiere de tiempo - que no existe alguna fórmula mágica o atajo para conseguirla instantáneamente.
También subraya la importancia de nuestros propios pensamientos. Es por ello por lo que Christine limita tajantemente su tiempo en los medios sociales y toma diversas medidas para llenar su mente de cosas constructivas - cosas que la ayudan a crecer. Hablando desde su fe cristiana, comparte como ha encontrado un sentido de seguridad y amor incondicional en Jesucristo, lo cual le ha ayudado inmensamente en la batalla con sus pensamientos de inferioridad o inseguridad.
Por último, desafía está noción de que debemos de ser unos grandes expertos. Ella explica que es obvio que nadie será un experto en todo, así como tampoco hay una persona que haga todo de manera extraordinaria. El punto es identificar nuestras propias fortalezas para enfocarnos más en ellas, pero al mismo tiempo no dudar en rodearnos con personas que sepan lo que no sabemos y que hagan lo que nosotros no podemos hacer. Es ahí donde logramos aprender y a crecer como personas y así ahí donde logramos liderar de manera más eficiente y obtener mejores resultados.
Estas ideas fueron tomadas del CRAIG GROESCHEL LEADERSHIP PODCAST #102. Foto: Anna Shvets
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