Imagina que en tu comunidad se abre una nueva panadería. Un día vas para conocerla, y te enamoras de los productos. El panadero ha creado unas recetas nuevas de pan, pasteles y rollos de canela y es lo mejor que has probado en toda tu vida.
Muchas personas de tu comunidad hablan de la nueva panadería y pronto se empiezan a formar filas de individuos que esperan para comprar su porción. El panadero no tiene suficiente ayuda y trata de atender a todos por si mismo. Está corriendo estresadamente de un lado para otro, ocupado con las solicitudes de todas las personas - pero inconsciente de lo que está pasando con el mismo. Cada vez se ve mas cansado. Lo peor es que al paso de algunas semanas, notas un cambio. Este hombre se ve mas flaco - muy flaco. ¿Qué está pasando?
Decides sentarte por algunas horas y simplemente observar. De repente, el problemo se vuelve obvio. Este hombre nunca se detiene para comer. La ironía es que está tan ocupado sirviendo pan a todos los demás, pero nunca deteniéndose para comer el mismo. Estando rodeado de comida, se está muriendo de hambre.
¿Entiendes esta imágen? Muchos líderes no se cuidan a sí mismos, y eventualmente ya tampoco pueden servir a los demás. Intelectualmente, emocionalmente y espiritualmente se están muriendo de hambre. Muchos pastores leen la Biblia, y escuchan diferentes mensajes, pero siempre para los demás - para preparar la siguiente predicación, el siguiente estudio bíblico. Muchos líderes leen diferentes libros o escuchan diferentes podcasts, pero para servir mejor a los demás y no para alimentarse a sí mismos. Llega el día en donde tienen muchas cosas buenas que decir, pero lamentablemente no lo viven.
El iceberg nos recuerda que líderes tienen que liderarse a sí mismos antes de liderar a los demás. El panadero hambriento nos recuerda que como líderes necesitamos alimentarnos primero a nosotros mismos, para poder alimentar a los demás.
Se cuenta la historia de dos amigos que entraron al bosque con sus hachas, para cortar árboles. Esa mañana hicieron una apuesta para ver quien podría cortar más árboles en un día. El primero entró fuerte con todo lo que podía y al medio día ya había cortado 16 árboles. El otro amigo solo había cortado 4 árboles, ya que invirtió las primeras dos horas en afilar su hacha. Mientras la afilaba, su amigo se burlaba de el, pensando que con todo este tiempo desperdiciado, de seguro perdería la apuesta. Pero justo entonces las cosas empezaron a ponerse interesante. Después del mediodía el primer amigo fue reduciendo su ritmo de trabajo. Ahora duraba prácticamente una hora en cortar un solo árbol, mientras que su amigo parecía estar acelerando. ¿Cómo era posible? No era posible que su amigo fuera más fuerte que el. Desafortunadamente no se trataba de ser la persona más fuerte, sino de tener el hacha con más filo. Entre más filoso el hacha, más rápido caían los árboles. Al atardecer, el segundo amigo que afiló su hacha, había ganado al otro por varios árboles. En la mañana el tiempo invertido en afilar el hacha parecía desperdiciado, pero a lo largo del día había ahorrado tiempo y producido mejores resultados.
A largo plazo, el tiempo que invertimos en el cuidado de nosotros mismos, es tiempo bien invertido que produce mejores resultados.
Capítulo dos, del libro "Habitudes: Images that form Leadership Habits and Attitudes" por el Dr. Tim Elmore. Foto: Magda Ehlers
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